Expresionismo:
El
expresionismo fue un movimiento cultural surgido en Alemania a fines del siglo
XIX y principios del siglo XX como reacción frente a los modelos que habían
prevalecido en Europa desde el renacimiento, particularmente en las
anquilosadas academias de bellas artes.
Este
movimiento es una corriente artística que busca la expresión de los
sentimientos y las emociones del autor más que la representación de la realidad
objetiva.
Revela el lado pesimista de la vida generado por las circunstancias históricas del momento. La cara oculta de la modernización, la alineación, el aislamiento, la masificación, se hizo patente en las grandes ciudades y los artistas, creyeron que debían captar los sentimientos más íntimos del ser humano. La angustia existencial es el principal motor de su estética.
El fin es potenciar el impacto emocional del espectador distorsionando y exagerando los temas. Representan las emociones sin preocuparse de la realidad externa, sino de la naturaleza interna y de las impresiones que despierta en el observador. La fuerza psicológica y expresiva se plasma a través de los colores fuertes y puros, las formas retorcidas y la composición agresiva. No importa ni la luz ni la perspectiva, que se altera intencionalmente.
La obra de arte expresionista presenta una escena dramática, una tragedia interior. De aquí que los personajes que aparecen más que seres humanos concretos reproduzcan tipos. La pintura, por tanto, se toma como un medio de desahogarse y de ver la vida con otro punto de vista. Distorsiona las formas retorciéndolas y pintan rostros desfigurados y tristes, tratando de buscar con las líneas, el transmitir el ritmo de esos sentimientos.
Con respecto al arte expresionista Gombrich afirma que los expresionistas sintieron intensamente el sufrimiento humano, la pobreza, la violencia y la pasión.
Ellos querían mostrar su compasión por los desheredados y los contrahechos.
Revela el lado pesimista de la vida generado por las circunstancias históricas del momento. La cara oculta de la modernización, la alineación, el aislamiento, la masificación, se hizo patente en las grandes ciudades y los artistas, creyeron que debían captar los sentimientos más íntimos del ser humano. La angustia existencial es el principal motor de su estética.
El fin es potenciar el impacto emocional del espectador distorsionando y exagerando los temas. Representan las emociones sin preocuparse de la realidad externa, sino de la naturaleza interna y de las impresiones que despierta en el observador. La fuerza psicológica y expresiva se plasma a través de los colores fuertes y puros, las formas retorcidas y la composición agresiva. No importa ni la luz ni la perspectiva, que se altera intencionalmente.
La obra de arte expresionista presenta una escena dramática, una tragedia interior. De aquí que los personajes que aparecen más que seres humanos concretos reproduzcan tipos. La pintura, por tanto, se toma como un medio de desahogarse y de ver la vida con otro punto de vista. Distorsiona las formas retorciéndolas y pintan rostros desfigurados y tristes, tratando de buscar con las líneas, el transmitir el ritmo de esos sentimientos.
Con respecto al arte expresionista Gombrich afirma que los expresionistas sintieron intensamente el sufrimiento humano, la pobreza, la violencia y la pasión.
Ellos querían mostrar su compasión por los desheredados y los contrahechos.
Entre los
artísticas más destacados podemos encontrar a Edvard Munch, Georges Henri Rouault, Die Brücke,
Paul Klee y Wassily
Vasílievich Kandinski.
Breve reseña
de Edvard Munch:
Nacido en Loeiten, Noruega, el 12 de diciembre de 1863; comenzó a pintar a la edad de 17 años. Una beca estatal, concedida en 1885, le permitió proseguir sus estudios en París durante un breve período de tiempo.
Veinte años después, en las ciudades de París y Berlín, Munch desarrolló la mayor parte de su producción artística. Tras una primera influencia de la pintura impresionista y postimpresionista, derivó hacia un estilo mucho más personal, obsesivamente apegado a la representación de imágenes relacionadas con la enfermedad y la muerte. La exposición de sus cuadros en Berlín en el año 1892 impresionó de tal modo a las autoridades que decidieron cerrar la muestra.
Sin inmutarse por la contrariedad, Munch y sus partidarios trabajaron durante toda la década de 1890 en pro del desarrollo del arte expresionista alemán. De entre toda su obra, la más conocida es quizá El grito (1893, Museo Nacional de Oslo). Ésta, junto con el angustioso Niño enfermo (1881-1886, Museo Nacional de Oslo), reflejan el trauma sufrido por Munch en su niñez al morir su madre y su hermana víctimas de la tuberculosis. Pinta también tristes y melancólicas escenas, como El puente, con figuras lánguidas, de rasgos y rostros indefinidos. El reflejo de sus ansiedades sexuales puede verse en sus múltiples retratos de mujeres, representadas alternativamente, como frágiles e inocentes víctimas o como vampiresas devoradoras de vida. En 1908 su estado de ansiedad alcanzó tal magnitud que hubo de ser hospitalizado. En 1909 regresó a Noruega.
La relativa tranquilidad que dominó su vida desde 1909 en adelante tiene su reflejo artístico en los murales de la Universidad de Oslo (1910-1916) y en el vigoroso y brillante colorido de sus paisajes. Aunque los últimos cuadros no son tan torturadores como sus primeros trabajos, su último autorretrato, Entre el reloj y la cama (1940, Museo Munch de Oslo), marca una vuelta a la introspección de años anteriores.
Las numerosas xilografías, aguafuertes y litografías que Munch realizó a lo largo de su carrera tienen hoy día una significativa consideración dentro del arte gráfico contemporáneo, un trabajo y un estilo que puede definirse como poderoso, simple, directo y fuerte. Son muy pocos los cuadros de Munch que se conservan fuera de Noruega, entre ellos figura Atardecer.
Nacido en Loeiten, Noruega, el 12 de diciembre de 1863; comenzó a pintar a la edad de 17 años. Una beca estatal, concedida en 1885, le permitió proseguir sus estudios en París durante un breve período de tiempo.
Veinte años después, en las ciudades de París y Berlín, Munch desarrolló la mayor parte de su producción artística. Tras una primera influencia de la pintura impresionista y postimpresionista, derivó hacia un estilo mucho más personal, obsesivamente apegado a la representación de imágenes relacionadas con la enfermedad y la muerte. La exposición de sus cuadros en Berlín en el año 1892 impresionó de tal modo a las autoridades que decidieron cerrar la muestra.
Sin inmutarse por la contrariedad, Munch y sus partidarios trabajaron durante toda la década de 1890 en pro del desarrollo del arte expresionista alemán. De entre toda su obra, la más conocida es quizá El grito (1893, Museo Nacional de Oslo). Ésta, junto con el angustioso Niño enfermo (1881-1886, Museo Nacional de Oslo), reflejan el trauma sufrido por Munch en su niñez al morir su madre y su hermana víctimas de la tuberculosis. Pinta también tristes y melancólicas escenas, como El puente, con figuras lánguidas, de rasgos y rostros indefinidos. El reflejo de sus ansiedades sexuales puede verse en sus múltiples retratos de mujeres, representadas alternativamente, como frágiles e inocentes víctimas o como vampiresas devoradoras de vida. En 1908 su estado de ansiedad alcanzó tal magnitud que hubo de ser hospitalizado. En 1909 regresó a Noruega.
La relativa tranquilidad que dominó su vida desde 1909 en adelante tiene su reflejo artístico en los murales de la Universidad de Oslo (1910-1916) y en el vigoroso y brillante colorido de sus paisajes. Aunque los últimos cuadros no son tan torturadores como sus primeros trabajos, su último autorretrato, Entre el reloj y la cama (1940, Museo Munch de Oslo), marca una vuelta a la introspección de años anteriores.
Las numerosas xilografías, aguafuertes y litografías que Munch realizó a lo largo de su carrera tienen hoy día una significativa consideración dentro del arte gráfico contemporáneo, un trabajo y un estilo que puede definirse como poderoso, simple, directo y fuerte. Son muy pocos los cuadros de Munch que se conservan fuera de Noruega, entre ellos figura Atardecer.
Edvard
Munch fallece el 23 de enero de 1944.
Descripción
de la obra “El grito”:
Este
famosísimo cuadro es lo más expresivo de toda la pintura contemporánea. Refleja
el temor ante el cambio de siglo y la tensa situación internacional que vivía
Europa por aquellos tiempos. También refleja los temores y angustias
existenciales del propio Munch tales como su relación amor-odio con las
mujeres, la reciente muerte de su madre y sus tendencias psicológicas depresivas.
En el
fiordo de Oslo, al borde del agua, una mujer cuyo rostro semeja una calavera se
aprieta las manos contra la cara como signo de angustia y desesperación. Los
colores chillones y las distorsiones de las líneas crean una atmósfera
agobiante y opresiva, una muestra de la soledad del ser humano y su pesimismo
frente a las adversidades. En un segundo plano aparecen otras dos personas
frías y distantes como queriendo significar que el prójimo no nos ayuda en los
momentos de desesperación.
El castillo
de Akersus y los barquitos completan la inquietante composición mientras el
color rojo predominante aporta una dosis extra de angustia y peligro que
acentúa el tono sombrío del cuadro. Ese cielo encendido y esos torbellinos
parecen envolver a la persona que grita ya que se siente amenazada y oprimida.
Además de
lo dicho anteriormente, puedo agregar que el empleo de los colores, violentos, arqueados en agresivas bandas de
color, es puramente simbólico y trata de transmitir al espectador el agitado
estado de ánimo del autor. Esta sensación se refuerza con la presencia de dos
testigos mudos, lejanos, anónimos, dos figuras negras que se recortan al fondo
de una violentísima perspectiva diagonal que agrede la visión de quien la
contempla. Las formas se retuercen y los colores son completamente arbitrarios,
tan sólo intentan expresar el sentimiento del autor y no una verdad racional.
Fuentes:
No hay comentarios:
Publicar un comentario